jueves, 10 de marzo de 2011

No temas dañarme, ya no siento nada . . .

Deambulando por las calles, en una solitaria noche, me dí cuenta que todo parece cambiar a la luz de la luna. Se revelan los secretos ocultos durante el día, & sólo pocos podemos percibir aquella magia que brota de las cosas... En eso estaba, cuando te ví con una chica en aquella plaza, donde solíamos jugar juntos desde pequeños. Era nuestra plaza, nuestros abuelos nos llevaban a pasear allí, cuando apenas caminábamos. Me escondí detrás de un árbol, y, sin hacer ruido, me acerqué sigilosamente, cuidando de que mi sombra pasase desapercibida, y entonces los ví besarse. No pude soportar aquella escena, salí corriendo de ahí con lágrimas en los ojos. Llegué a mi casa, subí a mi cuarto y me tumbé en la cama, sin poder sacarme aquella maldita visión. No comprendía qué tenía ella, que yo no. Lloré desconsoladamente, hasta quedarme dormida en un profundo sueño...

Al día siguiente, viniste a verme. Bajé a recibirte, y, para que no sospechases nada, fingí tener dolor de cabeza. Me contaste lo que yo ya sabía, mientras pensaba "NO TEMAS DAÑARME, YA NO SIENTO NADA... AL MENOS, NO MÁS AMOR..." Fingí con más ganas, y te ofreciste a hacerme compañía por el resto del día. Te agradecí, pero no acepté, ya que quería estar sola. Me despedí de tí, diciendo que tal vez mañana estaría mejor, y quizás nos juntásemos por la tarde. Subí de nuevo a mi habitación, y me asomé a la ventana. ¿Es que acaso nunca podría decirte lo que en verdad siento? Sonó el teléfono, y me extrañó ver tu número, siendo que recién habías estado aquí. Llamaste para preguntarme si te veías bien, ya que visitarías a tu "novia" ahora. Respondí que te veías muy guapo, y soltaste una risita traviesa, esa que me encanta. Colgaste, y cerré la cortina para tumbarme en mi cama a dormir un rato. Estaba quedándome dormida, cuando oigo el timbre. Bajé volando las escaleras, y, al verte ahí, creí morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario